Manda tu hijo al extranjero SIETE VENTAJAS
Cada una de mis cuatro hijas ha hecho un año escolar en el extranjero (Francia o Canadá). En mi día fui estudiante internacional en España y Noruega. Y, llevo años trabajando con programas de año escolar en Estados Unidos, con alguna experiencia con Irlanda.
Todas estas estancias en el extranjero giraron alrededor del idioma. Y todos los participantes perfeccionaron o su español o su inglés o su francés. Pero, por muy importante que sea el idioma, no me convence como motivo principal para una estancia en el extranjero hoy en día – porque así, nos quedaríamos cortos.
¿Qué es lo que me convence?
Primero: más madurez
He enviado al extranjero a cuatro niñas y en cada caso, me han devuelto a una mujer. Yo también volví a Estados Unidos con las ideas más claras, la cabeza más sentada y una perspectiva mucha más adulta. La experiencia fue – por encima de todo – un año de enorme crecimiento personal. Y es un fenómeno que veo repetirse una y otra vez en los alumnos que asesoro.
Segundo: más inteligencia cultural
La inteligencia cultural es la capacidad de triunfar a la hora de interactuar con personas de otras culturas. Es muchísimo más que hablar idiomas. Es saber estar, actuar, hablar, y mucho más, en diversas situaciones en el plano internacional, un plano que llega ya a nuestros barrios e incluso dentro de nuestras casas gracias a la conectividad que disfrutamos hoy en día.
Tercero: más perspectiva
Me gusta imaginar el mundo como un gigante puzle con las piezas de la “verdad” repartidas por todas las sociedades del planeta. Mirando desde la óptica de nuestra localidad, un hijo solo puede adquirir algunas piezas. Necesita salir y convivir con personas de otros países para conocer sus verdades y así ampliar la perspectiva a nivel global. Y la juventud es la etapa idónea para formar una idea más integral del mundo.
Cuarto: más flexibilidad…
Durante años he preguntado a cientos de estudiantes - ¿eres flexible? ¿eres capaz de adaptarte a todo? La respuesta siempre es - ¡Sí! Y he comprobado que es verdad: todos son muy flexibles a la hora de adaptarse… a lo que les gusta, mientras que haya bastante resistencia a diferencias culturales que no nos agradan. Mí conclusión es: la flexibilidad es algo que aprendemos a través de experiencias vitales que nos obligan a adaptarnos no solo a lo bueno, sino también a lo que nos reta. Es precisamente lo que ofrece un año en el extranjero.
Quinta: más opciones…
En casa, en el colegio, en el barrio – en la burbuja de nuestra comunidad y país – nuestros hijos aprenden cómo se hacen las cosas. En el extranjero aprenden otras maneras de hacer las cosas: de solucionar problemas, de realizar tareas, de estudiar, pensar, entretenerse, disfrutar, vivir. Así multiplican sus alternativas en cualquier circunstancia.
Sexta: más ofertas de trabajo…
Las empresas hoy mismo necesitan personas capaces de solucionar problemas internacionales e interculturales. El mundo está entrando por las puertas de nuestros portátiles y móviles. Alguien tiene que atenderles, convencerles, negociar con ellos, apaciguarles, agradecerles y entretenerles a veces. Ese alguien puede ser tu hijo, si tiene una formación internacional integral – a base de inmersión.
Séptima: más felicidad
Sin pretender que la felicidad es algo simple, una experiencia en el extranjero abre la puerta a un desarrollo personal y profesional más completo para la era en la que vivimos. Dota a nuestro hijo de destrezas y herramientas importantes. Y de allí, le ofrece más posibilidades para crear su propia felicidad – si lo desea, por supuesto.
¿Y el idioma?
En fin, ¿en qué lugar dejo el idioma, entonces? En el mismo lugar que las sumas y las restas. Todos nuestros hijos necesitan dominar el español y el inglés - y quizás deberían plantearse ya el mandarín. Otros idiomas también importan. Cada uno es un pase para entrar en otro mundo y experimentar un cambio radical en nuestra forma de entender la vida.
El problema es que demasiadas veces escucho a padres y madres hablar del idioma como si fueran un fin en vez de un medio. El idioma hay que trabajarlo desde muy pequeño para que cuando mandemos a nuestros hijos fuera, estén preparados para utilizarlo desde el primer día para superar retos: luchando para expresarse, aunque sea difícil, solucionando problemas por su cuenta siempre se sea posible, abriéndose a personas nuevas y diferentes sin miedo.
Y para eso, tenemos que mentalizarles desde muy pequeños que el idioma es fundamental para salir fuera y… ¡comerse el mundo!
¿Buscas el mejor programa en el extranjero para tu hijo?
Llevo muchos años eligiendo destinos para mis hijas y ayudando a padres y madres a tomar esta decisión para sus hijos.
El problema es que demasiadas veces escucho a padres y madres hablar del idioma como si fueran un fin en vez de un medio. El idioma hay que trabajarlo desde muy pequeño para que cuando mandemos a nuestros hijos fuera, estén preparados para utilizarlo desde el primer día para superar retos: luchando para expresarse, aunque sea difícil, solucionando problemas por su cuenta siempre se sea posible, abriéndose a personas nuevas y diferentes sin miedo.
Y para eso, tenemos que mentalizarles desde muy pequeños que el idioma es fundamental para salir fuera y… ¡comerse el mundo!
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Llevo muchos años eligiendo destinos para mis hijas y ayudando a padres y madres a tomar esta decisión para sus hijos.